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Un evento telúrico de alta magnitud es un evento social en esencia

A seis años del sismo de magnitud 7,8 en Pedernales.

Autora: Mayah Franco.

Fotografía: Edu León. Pedernales, Ecuador 2016.

 

Un terremoto es un fenómeno natural que no se puede predecir o evitar. Los resultados de un sismo de alta magnitud dependen de sus particularidades propias, de su intensidad y de las características de la zona afectada. Evidentemente, el daño será más severo en un área edificada y densamente poblada que en un área donde la población es escasa.

La mayoría de los daños suelen ser causados por el derrumbe de edificios e infraestructura o, los incendios y fuga de materiales peligrosos que se producen como resultado del daño estructural.

 

Sin embargo, no todos los terremotos fuertes deben terminar en un desastre. El daño se puede prevenir y, ciertamente, la extensión y la gravedad del daño se pueden reducir con una preparación adecuada por adelantado.

Es desgarradora la diferencia que tiene el impacto de un sismo de magnitud 7 en Haití con 230.000 fallecidos en 2010 y otro de similar magnitud ocurrido en 1989 en California con sólo 63 fallecidos. La severidad del impacto se puede entonces atribuir a la falta de preparación ante eventos sísmicos.

 

Después que ocurre un evento telúrico de alta magnitud, casi siempre vamos a encontrar a alguien cuyo mundo se ha destruido; hay quienes pierden a sus seres queridos, sus bienes o sus fuentes de sustento, o cuya calidad de vida se ha visto seriamente afectada. Cuanto mayor sea la vulnerabilidad, más graves y prolongadas serán las consecuencias para la comunidad.

 

Los efectos de un fuerte sismo también tienen implicaciones sistémicas en todas las áreas de la vida. En el ámbito socio-económico por decir un ejemplo, los efectos van desde las consecuencias inmediatas para el individuo y la familia, por la muerte o lesiones de familiares y seres queridos (en las primeras etapas también desaparecidos y atrapados), hasta la pérdida total de techo y propiedad, a través de daños temporales a diversas infraestructuras y servicios como electricidad, agua, comunicaciones, transporte, educación, alimentación, alcantarillado, banca, servicios postales, servicios médicos, servicios de bienestar, sepultura, actividades de instituciones únicas, recolección de basura, empresas privadas/familiares; Consecuencias nefastas como el desempleo, la pérdida de la subsistencia básica para las familias, la paralización de proyectos de desarrollo económico y social, la interrupción de las rutinas de vida, la pérdida de marcos sociales como la cultura y el deporte. Problemas de estrés, salud mental y varios aspectos de rehabilitación que pueden durar meses y años después.

 

Por eso, es importante saber no sólo lo qué podría suceder en cualquier momento sino también lo qué podemos hacer ante una amenaza o suceso así . Sabemos que vivimos en un país sísmico que se localiza junto a un límite activo de placas tectónicas y que además posee algunas fallas tectónicas que atraviesan su territorio.  Sabemos que el país ha sido afectado en 40 ocasiones desde 1541 por terremotos con daños graves (intensidades iguales o mayores a 8) y que cada año detectamos cientos de sismos con magnitudes mayores a 4.

 

Pero, aún nos preguntamos si la sociedad está consciente de esta situación. ¿Qué datos e información están disponibles en el sistema de respuesta y monitoreo sísmico en nuestro país? ¿Cómo se espera que respondan y actúen las distintas autoridades e instituciones responsables que toman las decisiones? ¿Qué factores interactúan en un desastre: ¿Cómo nos comunicamos, cuándo se espera que llegue la ayuda, cómo se pueden utilizar y qué tipo de servicios de asistencia se puede obtener? Se requiere preparación en todos los niveles: a nivel individual, familiar, de organización, local y del gobierno central.

 

En Ecuador, lamentablemente, la cooperación y la coordinación entre los distintos niveles de respuesta aún no ha alcanzado los niveles deseados y como comunidad, debemos mostrar iniciativa, implicarnos e influir en las etapas de prevención, información e implementación de nuevos protocolos de seguridad  o resoluciones pertinentes.

La preparación requerida para un sismo fuerte, una erupción volcánica o cualquier otro evento imprevisible de la Naturaleza, primero está condicionada por la buena voluntad de la población para saber y aprender sobre los efectos que esto desencadena y para eventualmente, volver a encarrilar la vida.

 

En estas difíciles circunstancias, la resiliencia, la unidad, la cohesión, la capacidad y el deseo de la comunidad de re-construir  juntos son especialmente importantes, sobre todo, para actuar y rehabilitar el territorio, desarrollándolo para enfrentar mejor el futuro.

 

Un evento telúrico de alta magnitud es un evento social en su esencia.

 

Agradecimientos especiales a Mario Ruíz Romero y al Instituto Geofísico.

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