¿Para qué sirve una reserva? ¿De cuándo data esta noción antigua de “reserva” en los museos? ¿A qué realidades y a qué representaciones en la imaginación colectiva remite hoy? ¿Es la reserva el corazón del museo, oculto, inaccesible o sencillamente su reverso, invisible, impresentable y olvidado? Con estas preguntas, Martine Jaoul, directora del Museo de Artes y Tradiciones Populares de París, impulsaba el debate – hace 29 años- en la revista Museum International y dedicada a las Reservas en el año 1995.
Esas preguntas mantienen aún su vigencia y solo pueden ser respondidas parcialmente y en los contextos históricos particulares cuando las comunidades interpelan su memoria colectiva; esto nos lleva a los primeros “gabinetes de curiosidades” del Renacimiento Europeo o el muséum, tal como se constituye durante el siglo XX a partir de “el principio de colección”: accesible en su totalidad; pero solo a un sector muy limitado de la sociedad. Gran parte del público ignora que en los museos hay reservas, que su existencia nunca se indica claramente; para algunos visitantes las reservas son lugares sin interés particular, donde las obras, objetos y documentos se amontonan junto a viejos marcos y vitrinas inutilizadas, sin embargo; cada vez son más numerosos los visitantes que asisten a los programas de “reserva abierta”.
La preocupación por las reservas y la gestión de sus colecciones remonta hace 35 años, cuando algunos museos cambian radicalmente su enfoque: de instalar las reservas en espacios inutilizados o inutilizables a la implementación de reformas arquitectónicas importantes. Inicialmente ubicadas en zonas de compleja accesibilidad dentro del museo, las colecciones ocupaban edificación, lugares secundarios o espacios residuales poco concurridos por el personal técnico y estaban desprovistos de una buena iluminación, climatización, ventilación y equipamiento especializado.
Un ejemplo de ello es la renovación de la Gran Galería del Museo de Historia Natural de Paris que inició sus trabajos de construcción de una nueva reserva desde 1980 hasta 1986. Científicos, museólogos, arquitectos y restauradores dedicaron sus esfuerzos a la construcción de una nueva reserva, moderna y funcional en el sótano del edificio. En Quito, el Municipio Metropolitano intervino el edificio de la antigua sede de la Universidad Central del Ecuador y lo transformó en un Centro Cultural en el 2000. Durante la renovación, se edificó una reserva funcional de dos plantas en el ala norte del edificio patrimonial para acoger la colección municipal Alberto Mena Caamaño.
“Las reservas no son museables, no son para visitarlas y decir ¡Qué hermosa la reserva! ni siquiera los cuadros están colocados para que se visualicen como en un museo o galería, están en una forma para que se conserven” enfatiza Patricia Rodríguez, restauradora del Centro Cultural Metropolitano y aunque está tecnificada, vigilada, monitoreada y custodiada las 24 horas del día, los 365 días del año; abre sus puertas a propios y extraños con el objetivo de sensibilizar y crear conciencia sobre importancia de preservar la cultura material para las generaciones futuras.
La Reserva del Museo Alberto Mena Caamaño se ubica en el Centro Cultural Metropolitano (García Moreno N3-151 y Espejo, esquina). Las visitas se realizan el último miércoles de cada mes, previa cita al correo: reservatuvisitaccm@gmail.com en el cual hallarás los horarios e información adicional. El acceso es libre.